El cuadro cinematográfico es herencia directa del encuadre fotográfico, que a su vez ha tenido una enorme influencia de la composición pictórica. Los principios estéticos de la composición visual en la pintura renacentista siguen vigentes al momento de emplazar la cámara cinematográfica, ya que la armonía visual -la organización de los elementos en la superficie bidimensional de la pantalla- sigue partiendo de los mismos fundamentos que nos atraen hacia una imagen y la proveen de su fuerza expresiva.
Sin embargo, a diferencia de sus antecesores, el cine integra un elemento único en el dinamismo de la composición visual: se trata del movimiento.
La cualidad cinética del lenguaje visual en el cine propicia una relación completamente distinta con la creación de imágenes.
Al encuadrar una imagen en la cámara cinematográfica deben contemplarse variables fundamentales que rebasan el ámbito de la composición pictórica. Además de abordar las preocupaciones estéticas propias de la composición visual, se deben considerar los eventos que habrán de suceder frente al cuadro, es decir, las acciones frente a cámara, y sumarlo al movimiento que ésta habrá de realizar con objeto de dar seguimiento a esas mismas acciones.
La puesta en escena se suma a la puesta en cámara para determinar la pertinencia y eficacia del encuadre abordado.
Por otro lado debemos entender que el cuadro fílmico se convierte en la mirada a través de la cual el espectador es testigo y cómplice de la narración cinematográfica. El encuadre le permite asomarse y revelarle aquello que la historia sugiere y relata.
La mirada del cineasta se convierte en la mirada del espectador, aquella a través de la cual se sumerge en el universo narrado por las imágenes.
En el cine el encuadre no solo determina el fragmento de un espacio establecido por los perímetros del cuadro, sino que además define los momentos de la acción que serán visibles para el espectador, discriminando voluntariamente aquello que deja ver de aquello que permanecerá fuera de cuadro.
Los elementos narrativos en el lenguaje fílmico cobran fuerza por su presencia en la imagen generada por el cuadro así mismo como por su ausencia, el cuadro cinematográfico puede revelarlos con la misma intensidad con la que puede ocultarlos fuera de él.
La decisión del cineasta descansa entre aquello que desea revelarle al espectador a través del cuadro, de aquello que desea que permanezca oculto a su mirada.
Comentarios